
Fue a través de 9gag que encontré la noticia que hablaba de una exposición de fotografía sobre cómo levantar la falda a una colegiala de manera tierna (How to flip a skirt in a cute way). La exposición es del fotógrafo japonés Yûki Aoyama, es parte de un proyecto titulado Schoolgirl Complex y este nuevo trabajo es la cuarta parte de la serie. Si tienen dudas sobre de qué va la propuesta de Aoyama —aunque creo que el título es bastante explícito—, solo tienen que buscar su Instagram (@schoolgirlcomplex) o googlear su nombre.
No hay duda, este fotógrafo ve en sus colecciones de adolescentes vestidas con faldas de cuadros y blusas blancas, con trajes de marineritas o ropa deportiva, una propuesta estética –que ha inspirado, además, una película: Schoolgirl Complex (2013). Las alusiones sexuales y eróticas no se evitan, por el contrario, quedan indicadas en el título. Sin embargo, las imágenes resultan, cuando menos, sospechosas, no solo por lo ya dicho sobre el tema, también por la aproximación que hace el fotógrafo a este: nunca se muestra el rostro de las modelos y se centra en partes del cuerpo que sirvan para acentuar el carácter erótico. El resultado implica una despersonificación de la modelo y una cosificación completa de la imagen de la mujer.
Por varios días me quedé dándole vueltas al tema: ¿hasta qué punto una propuesta estética, que se presenta como un proyecto artístico, puede justificar una aproximación de este tipo a la figura femenina? Quiero aclarar que no cuestiono la aproximación erótica, sino la manera en que llega a cosificar a las chicas fotografiadas.
El fetiche que existe en torno a las colegialas no resulta extraño para occidente. No tenemos que ir muy lejos para encontrar un ejemplo, basta con pensar en el vídeo que hizo famosa a Britney Spears. Sin embargo, cualquiera que conozca la cultura pop japonesa, aunque sea solo la mainstream que llega a occidente, no dudará en reconocer que lo ha llevado a un nivel completamente distinto. Por ejemplo, casi todos los animes presentan, por lo menos, un personaje que se viste con uniforme escolar. Sin mencionar aquellos que se ambientan completamente en un colegio. Esto a veces queda justificado por la trama de la serie, pero muchas veces no. Asimismo, también es común ver bandas que presenten esta imagen. Babymetal, sobre quienes escribí hace ya un tiempo, tiene una imagen que recuerda la típica colegiala japonesa presentada en el anime, aunque transformada para responder a la estética metal de la agrupación. Por otro lado, Scandal, una de los grupos femeninos más importantes de J-Rock, se uniformó con faldas de cuadro, chalecos azules y blusas blancas durante mucho tiempo.
Más allá, los vínculos que se establecen entre esta imagen kawaii y guiños eróticos no son ningún secreto, hay géneros completos de anime que giran en torno a esta relación, con una intención explícitamente comercial –suelen estar dirigidos a un público adolescente masculino. La calidad de la trama, de la animación e, incluso, de la serie puede variar, no todos los animes que se aproximan a la figura femenina desde esta perspectiva son de baja calidad; por el contrario, algunos de los mejores poseen contenido de este tipo. Sin embargo, sí existen otros que parecen simples excusas para mostrar bragas de colegialas en la pantalla.
En casos como estos, el posicionamiento parece evidente: ¿por qué insistir en simplificaciones tan básicas y perjudiciales cuando existen personaje femeninos en el manga y el anime complejos, redondos y capaces de quebrar los estereotipos de los discursos sexistas tanto de Japón como de buena parte de occidente? Sin embargo, la figura de la colegiala es, dentro de este contexto, parte de un lenguaje, y nos podríamos aventurar a decir que también refleja aspectos de una cultura muy distinta a la nuestra. Volvemos, entonces, sobre una pregunta similar a la que formulamos frente a las fotografía de Yûki Aoyama: ¿la diferencia cultural justifica este tipo de discursos?
En el caso del fotógrafo, el problema es un poco más complejo: el contenido es explícitamente una aproximación artística al fetiche de la colegiala. No hay cuestionamientos ni crítica, solo exploración. Pero en esta búsqueda, estética y, quizá, también personal, se hacen tangibles problemas complejos que no dejan de hacer ruido.
La pregunta es más compleja de lo que puede parecer: ¿no esperamos del artista una relativa honestidad —término sospechoso en el arte— que, por lo tanto, Aoyama simplemente está respetando? ¿Queda la propuesta estética, su calidad como proyecto artístico, opacado por un cuestionamiento de corte político y moral? No defiendo las fotografías de Schoolgirl Complex, no estoy diciendo que sean buenas. Pero esta es la cuestión que subyace en el problema: aunque se pueda debatir la calidad del trabajo de Aoyama, esta no es la primera vez —ni será la última— en que esta situación paradójica se hace presente. Dependerá del lector ver las fotografías y plantearse el problema. Yo me limito a formular la pregunta y dejarla abierta a quien decida aprender cómo levantarle la falda a una colegiala de manera tierna.
Imagen de cabecera: Fotograma del vídeoclip All the things she said, T.A.T.U, 2002
Imagen destacada: Yûki Aoyama
1 comment