por Alexandra Macsutovici.

 

  1. Introducción

No es la primera vez que escucho que «el feminismo está de moda». Y sin embargo, desde mi experiencia, hablar de feminismo no es algo popular. A parte de que es un tema que parece dar pereza, en el que no se controlan conceptos básicos, entre otras cosas, hablar de feminismo con un público heterogéneo es como atravesar un campo minado en el que intentas no ofender a nadie.

Otro hecho que he notado es que si entre el público de una comunicación no hay alguien con ganas de trolear, falta algo. Participé recientemente en una mesa redonda que trató el tema de la igualdad de oportunidades de la mujer en el mundo laboral, y las palabras de discordia vinieron por parte de un señor en cuya intervención expresó su descontento-molestia con las cifras que se habían dado respecto a ese tema. Según sus palabras, deberíamos centrarnos en datos positivos —y no los que habíamos dado— ya que, de lo contrario, lo único que generamos es un ambiente desalentador en el que parece que no se ha avanzado; también añadió que todo proceso de cambio implica una perdida, perdida que las mujeres debemos estar dispuestas a asumir.

Efectivamente, todo proceso de cambio implica una pérdida en la que la parte dominante ha de reconocerse como tal en primer lugar, para después estar dispuesta a renunciar a los privilegios que suponen la existencia de la parte dominada, como consecuencia del desequilibrio de poder. Es decir, el mundo simbólico ha de construirse de tal manera que ser hombre no implique tener privilegios de partida sobre ser mujer, así que si hablamos de estar dispuestos a asumir una perdida, esa pérdida le corresponde al hombre: la pérdida de los privilegios que ocasionan las desigualdades (y como no me gusta hablar en abstracto, más adelante pondré nombre y apellidos a esos privilegios).

Pero no, él no se refería a eso. Él aludía a una identidad femenina de tintes románticos que automáticamente vincula a la mujer con el mundo natural y la inserta en la teoría de la complementariedad y las tareas del cuidado. Desde esa postura, si la mujer quiere tener la misma cabida en el mercado laboral que el hombre, eso implica una pérdida de identidad que, en su opinión, la mujer debe estar dispuesta a asumir. Esto me lleva a mi siguiente pregunta: ¿qué tan superados tenemos los estereotipos de género? Porque, señoras y señores, pensar que las mujeres son por naturaleza más pacientes, sentimentales, atentas y tolerantes que los hombres, o que los hombres son más impulsivos, racionales, egoístas y desapegados que las mujeres es estereotipar. Y los estereotipos no caen del cielo, sino que se crean con un propósito. Hay una agenda política detrás. Decir que a las mujeres se les da mejor que a los hombres el mundo de las emociones, la empatía y las tareas del cuidado lleva implícita la oposición tradicional de los sentimientos frente a la lógica: corazón versus razón. Ergo, las mujeres razonan peor que los hombres. Ergo, al hombre se le da mejor participar en el espacio público y se desenvuelve de forma natural en los puestos de responsabilidad o en la política.

Quizás creamos que este discurso en base a unos presupuestos de sabiduría popular se ha quedado viejo porque la teoría la tenemos todos más o menos clara pero, en la práctica, un estudio que he realizado recientemente con cien adolescentes de Madrid, con edades comprendidas entre los 15 y los 20 años, está mostrando datos desalentadores. Tras repartir un cuestionario con el objetivo de detectar el sexismo vigente entre los jóvenes (Escala de Detección de Sexismo en Adolescentes o DSA). La afirmación más comúnmente aceptada fue «las mujeres son, por naturaleza, más pacientes y tolerantes que los hombres» (valorada en promedio en un 5,1 sobre 10), seguida de «las mujeres tienen mayor capacidad para perdonar los defectos de su pareja que los hombres» (4,4), «el afecto y el cariño son más importantes para las mujeres que para los hombres» (4,4), «las mujeres poseen por naturaleza una sensibilidad superior a la de los hombres» (4,3), «por su mayor sensibilidad, las mujeres son más compasivas que los hombres hacia su pareja» (4,2), «las mujeres están mejor dotadas que los hombres para complacer a los demás -estar atentas a lo que quieren y necesitan» (4,2) y «en la pareja, lo normal es que el hombre proteja a la mujer, y no al revés» (4). Estas cifras confirman la vigencia del estereotipo de género en generaciones jóvenes, que, no olvidemos, han crecido socialmente dentro de la idea de igualdad formal entre hombres y mujeres. No es nada desdeñable el argumento de que este estereotipo arrastra las creencias de que las mujeres razonan peor que los hombres, o que los hombres estan capacitados por naturaleza para lo público, siendo propio de su función generar los recursos, e impropio ocuparse de lo doméstico, valorado en un promedio de 3 sobre 10. Y bien, ¿acaso son estos datos optimistas?

Claro que afirmar que estos adolescentes perciben los rasgos y roles de género de manera bastante diferenciada como consecuencia de lo que ven en casa es una afirmación simplista e inexacta. Pero, a la vez, los datos recopilados a nivel estatal sobre el empleo del tiempo de la población en España con el objetivo de obtener información primaria para conocer la distribución de responsabilidades familiares, la dimensión del trabajo no remunerado realizado en los hogares, el tiempo dedicado a las actividades culturales y de ocio, etc., muestran un notable desequilibrio entre hombres y mujeres, que, en último término, nutren y refuerzan los estereotipos de género. Veamos en mayor profundidad el diagnóstico del uso del tiempo de la población española en función a sus circunstancias personales y socioeconómicas.

  1. Diagnóstico del problema

El diagnóstico ha sido elaborado manejando estadísticas y datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades (IMIO).

Desde una perspectiva de género, se consideran dos unidades básicas de análisis: mujeres y hombres desde sus circunstancias personales (nacionalidad, edad, estado civil, tipo de hogar) y mujeres y hombres desde sus circunstancias socioeconómicas (nivel de estudios, situación laboral y tipo de jornada, ingresos mensuales y tipo de municipio). Se proporciona el tiempo medio diario que dedican las personas a las actividades seleccionadas, presentándose los resultados en horas y minutos. 

2.1 Uso del tiempo

En primer lugar y, desde una panorámica general, presentamos las distintas actividades codificadas en 10 grandes grupos, según el modelo presentado por el INE: cuidados personales, trabajo remunerado, estudios, hogar y familia, trabajo voluntario y reuniones, vida social y diversión, deportes y actividades al aire libre, aficiones e informática, medios de comunicación, trayectos y empleo del tiempo no especificado. En segundo lugar, pasaremos a analizar 5 de los 10 grandes grupos, elegidos desde una perspectiva de representatividad para el propósito del presente diagnóstico, visibilizando asimismo el subgrupo «cuidado de niños» recogido en «hogar y familia».

Pero antes de comenzar, definamos varios conceptos básicos: los cuidados personales incluyen dormir, nutrirse (tiempo empleado en comidas y bebidas) y otros cuidados personales como el aseo o vestirse; el conjunto de actividades del hogar y la familia incluyen: actividades para el hogar y la familia no especificadas, actividades culinarias, mantenimiento del hogar confección y cuidado de ropa, jardinería y cuidado de animales, construcción y reparaciones, compras y servicios, gestiones del hogar, cuidado de niños, ayudas a adultos miembros del hogar; las actividades de vida social incluyen: visitar y recibir visitas, diversión y cultura, ocio pasivo; el deporte y las actividades al aire libre incluyen: ejercicio físico, ejercicio productivo y actividades relacionadas con los deportes.

 Duración media diaria dedicada a las actividades por persona

Diferencias en el uso del tiempo según actividades

Observamos 10 grupos de actividades que mujeres y hombres realizan en un día promedio. En conjunto, los hombres dedican más tiempo al día a todas las actividades, excepto a las referentes al hogar y la familia. Tanto hombres como mujeres han aumentado el tiempo dedicado a los cuidados personales como el aseo, el vestido, comer y beber, pero el tiempo que dedicamos a dormir ha disminuido ligeramente, más en el caso de las mujeres (8 minutos menos en 2009-2010 frente a 2002-2003) que en el caso de los hombres (5 minutos menos en 2009-2010 frente a 2002-2003). En conjunto, en el periodo más reciente evaluado también ha aumentado el tiempo empleado a las aficiones y la informática (27 minutos más los hombres que las mujeres), a los medios de comunicación (17 minutos más para ellos; en conjunto, el tiempo que más ha variado a la alta con respecto al periodo anterior es el dedicado a la televisión y los videos), y al trabajo voluntario y otras actividades participativas (con una diferencia de 19 minutos más en el caso de los hombres). Por otro lado, se observa una disminución del tiempo que ambos sexos dedican al estudio (4 minutos menos las mujeres y 5 minutos menos los hombres), a la vida social y diversión (26 minutos menos ellas, 24 minutos menos ellos), y al deporte y actividades al aire libre (3 minutos menos ellas frente a 9 minutos menos ellos). En cuanto al trabajo remunerado, ambos sexos trabajan menos en el periodo 2009-2010 con respecto a 2002-2003: ellas 8’ y ellos 27’ menos.

En 2002-2003 las mujeres dedicaban 26’ más a las actividades relacionadas con el hogar y la familia –como cocinar, limpiar la casa, cuidar de niños y adultos dependientes, hacer la compra y otras gestiones del hogar–, mientras que los hombres aumentaron 24’ más a las mismas tareas en 2009-2010. No obstante, a pesar de que en los últimos años se ha conseguido una participación más equilibrada de mujeres y hombres en el mercado laboral, las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de las responsabilidades familiares y domésticas, siendo ligera la evolución en la última década: 4h29’ ellas y 2h32’ ellos en 2009-2010 frente a 4h45’ ellas y 2h08’ ellos en 2002-2003.

2.1.1. Circunstancias personales

Hechas las introducciones pertinentes, pasemos a evaluar la información deducible del tiempo medio diario que hombres y mujeres dedican a las actividades clasificadas en los grupos seleccionados: cuidados personales, trabajo remunerado, hogar y familia –con el consiguiente subgrupo: «cuidado de niños»–, vida social y diversión y, por último, pero no menos importante, deporte y actividades al aire libre. En cuanto a las variables relacionadas con las circunstancias personales, los datos han sido clasificados por nacionalidad, edad, estado civil y cuestiones referentes al hogar, como tipo, tamaño y servicio doméstico.

Si afinamos la mirada en ciertas estadísticas, podemos constatar que las mujeres extranjeras trabajan de forma remunerada 19’ más al día que las mujeres españolas y los hombres extranjeros 46’ menos que los hombres españoles. En cuanto al trabajo no remunerado, las mujeres españolas dedican 4’ más al conjunto de las tareas del hogar y la familia, y los hombres extranjeros emplean 15’ más en el cuidado de lxs niñxs. Por último, las mujeres y los hombres españoles dedican de media más tiempo a los cuidados personales que los extranjeros y, además, emplean más tiempo en actividades relacionadas con la diversión, el deporte y el aire libre.

Si tomamos en cálculo la variable de la edad, observamos la tónica habitual de reparto del tiempo entre hombres y mujeres: ellos dedican más tiempo a todas las actividades excepto en las relativas al hogar y la familia. En este caso, las diferencias se acusan a partir de los 25 años y aumentan progresivamente en los sucesivos tramos: las mujeres por debajo de 25 años dedican 1h14’ más que los hombres correspondientes al mismo tramo, y estas diferencias aumentan a 2h1’, 2h25’ y 2h52’ en los tramos 25-44 años, 45-64 años y +65, respectivamente.

En función del estado civil, en aquellos casos en los que las mujeres y los hombres están solteros y no viven en pareja, las diferencias en el tiempo que las personas dedican al cuidado personal son insípidas –apenas unos pocos minutos. Sin embargo, en cuanto varían estas circunstancias, varía consecuentemente el uso del tiempo. Las mujeres solteras dedican 22 minutos más diarios a dormir, nutrirse, asearse o vestirse que las mujeres casadas; las mujeres que no conviven actualmente en pareja 37 minutos más que las que sí viven actualmente en pareja; y las viudas 53 minutos más que las solteras, 1h y 15 minutos más que las casadas y 1h y 16 minutos más que las separadas o divorciadas y 1h y 17 minutos más que las que conviven en pareja.

Por otro lado, los hombres que conviven en pareja, los casados y los separados/divorciados dedican prácticamente el mismo tiempo al aseo, a dormir y a nutrirse, siendo los solteros que no conviven en pareja y los viudos los que despuntan en su categoría (11h44’ y 12h48’).

Algo muy parecido pasa en el caso del trabajo remunerado y las actividades relacionadas con el hogar y la familia: las diferencias son más tenues cuando las mujeres y los hombres estan solteros y no conviven en pareja, y se acentúan sobre todo en el caso de los matrimonios: los hombres casados dedican al trabajo remunerado 1h42’ más que las mujeres casadas; ellas, en cambio, dedican 2h34’ más al trabajo no remunerado e invisibilizado. Esta dinámica se repite en el caso de las mujeres y los hombres que viven en pareja.

Por último, destacar que la única categoría —exceptuando el hogar y la familia— en la que las mujeres dedican más tiempo que los hombres es la vida social y la diversión en el caso de la viudedad.

Si atendemos al tipo y tamaño del hogar, advertimos a simple vista el desigual reparto del tiempo. Como ya hemos indicado en datos anteriores, las mujeres que viven solas son las que más tiempo diario dedican a las actividades relacionadas con el cuidado personal (12h2’), tiempo que baja drásticamente cuando conviven en pareja con hijos, por ejemplo (11h13’). Una vez más, dentro del caso de las parejas con hijos, las diferencias se acentúan y se reflejan claramente en el tiempo dedicado al trabajo remunerado, por un lado, y al trabajo no remunerado, por otro: las mujeres trabajan 1h36’ menos fuera de casa y 2h11’ más en casa. Esta situación se enfatiza en los hogares con 4 miembros o más, disposición en la que, además, las mujeres dedican al ocio y tiempo libre los tiempos más bajos, en comparación con el empleo del tiempo de los hombres en la misma condición.

En general, en las situaciones en las que en el hogar se tiene contratado servicio doméstico, las mujeres dedican más tiempo a los cuidados personales, al trabajo remunerado y a la vida social y la diversión, y menos tiempo al hogar y la familia (59’ menos que en los casos sin servicio doméstico en el hogar). Sin embargo, esta variable no varía substancialmente el tiempo que los hombres dedican a las distintas categorías, y en el caso de las actividades relacionadas con el hogar y la familia, no varía en absoluto.

2.1.2. Circunstancias socioeconómicas

En cuanto a las variables relacionadas con las circunstancias socioeconómicas, hemos clasificado los datos por niveles de estudios, situación laboral, tipo de jornada, ingresos mensuales y tipo de municipio.

Con el propósito de evaluar el tiempo medio diario que hombres y mujeres dedican a las distintas actividades en función de su nivel de estudios, se han seleccionado 8 variables que corresponden a las siguientes categorías: sin estudios, estudios primarios, estudios secundarios básicos, estudios secundarios de bachillerato, formación profesional de grado medio, formación profesional de grado superior, estudios universitarios de primer ciclo (equivalentes a diplomatura) y estudios universitarios de segundo ciclo (equivalentes a licenciatura y superiores).

La situación laboral de mujeres y hombres se divide en activos e inactivos. Los activos se dividen a su vez en: personas ocupadas (empresarios y asalariados) y paradas. En las personas inactivas se incluye información de estudiantes y jubilados/pensionistas. Asimismo, hemos destacado información relativa a dos tipos de jornada, parcial y completa.

Los ingresos mensuales se dividen en categorías que van desde 1200€ o menos, hasta más de 3000€. Por último, también se ha considerado relevante destacar la influencia que el tipo de municipio puede tener en las pautas socio-culturales de las personas y en el reparto del uso del tiempo, evaluando dos situaciones: municipios con menos de 10.000 habitantes y capitales de provincias o municipios con más de 100.000 habitantes.

A primera vista resalta el hecho de que, a mayor formación académica, menor diferencia entre mujeres y hombres en el tiempo dedicado a las distintas actividades de los grupos considerados. De esta manera, las mujeres con estudios universitarios trabajan 42’ menos que los hombres de la misma categoría, mientras que las mujeres sin estudios trabajan 1h39’ menos que los hombres sin estudios. También las mujeres con estudios universitarios dedican a las actividades relacionadas con el hogar y la familia 46’ menos que las mujeres sin estudios (el mismo caso es aplicable a las mujeres con estudios inferiores a los universitarios), y la diferencia con los hombres con estudios universitarios es de 33’ de más, mientras que en el caso de las mujeres sin estudios con respecto a los hombres en las mismas circunstancias, la diferencia del tiempo dedicado al hogar y la familia es de 1h51’. El tiempo dedicado al cuidado de los hijos es similar, registrándose las diferencias más bajas en el caso de los hombres y mujeres con estudios universitarios y estudios primarios. En cuanto al ocio y tiempo libre, los hombres sin estudios alcanzan los valores más altos, siendo aquellos con estudios universitarios y superiores los que menos tiempo dedican a la vida social y a las actividades deportivas. En el caso de las mujeres, pasa exactamente lo mismo: si atendemos al reparto del tiempo en el supuesto del ocio y la diversión, los mayores niveles de desigualdad para con los hombres se dan en la educación secundaria y en los estudios universitarios de primer ciclo, y en lo que concierne las actividades deportivas, en el caso de los sin estudios, y estudios de primeras etapas.

En cuanto a la situación laboral, según datos del INE1, el 38,7% de los hombres trabajan de forma remunerada frente al 28,2% de las mujeres. En el siguiente cuadro observamos que la mujer trabaja 1h24’ menos que el hombre (ocupados: 6h55’ frente a 8h19’), pero dentro del seno del hogar y la familia, trabaja 2h34’ más que el hombre (4h10’ frente a 2h36’ en la categoría «activos»). Según la misma fuente, «el 91,9% de las mujeres (de 10 y más años) realizan tareas domésticas y se ocupan del cuidado de niños, ancianos y personas dependientes durante 4 horas y 29 minutos diarios, frente al 74,7% de los hombres que dedican en promedio 2 horas y 32 minutos»2.

Las mujeres y los hombres parados son los que más tiempo dedican a las actividades del hogar y la familia (5h35’ ellas, 3h23’ ellos), con una diferencia de 2h12’ en detrimento de las mujeres. Pero donde mayor diferencia se registra –aún siendo los segundos valores más altos– es en el sector inactivo, con una diferencia de 2h24’ en detrimento de las mismas. Si bien entre los estudiantes no hay diferencias notables, sí las hay entre los jubilados/pensionistas: ellas dedican 1h39’ más a las tareas del hogar y la familia que ellos.

En cuanto al tipo de jornada, en jornada parcial es donde más se acusan las diferencias: las mujeres dedican 1h57’ más que los hombres a las tareas del hogar y la familia, y los hombres dedican 1h06’ más que las mujeres al conjunto relativo al ocio y las actividades deportivas. Dentro de la población masculina activa, los parados, y dentro de la población masculina inactiva, los jubilados/pensionistas son los que más tiempo dedican a los deportes y actividades al aire libre (y más diferencias presentan con las mujeres de la misma categoría), mientras que en las actividades de vida social y diversión despuntan los hombres inactivos con respecto a las mujeres inactivas. En los cuidados personales, los mismos dedican 30’ más que las mujeres inactivas (en el caso de los jubilados/pensionistas: 12h25’ frente a 12h41’) y el mismo suceso se acusa en la categoría de activos parados y de activos a jornada parcial, en los que se registran las diferencias más altas.

En cuestión de ingresos mensuales, observamos que ganar 1200€ o menos no influye tanto en el tiempo medio diario dedicado al trabajo remunerado, ni al cuidado de los niños, sino en el tiempo empleado en los cuidados personales y el dedicado al conjunto de actividades relativas al ocio y el tiempo libre, registrándose los valores más altos en el caso de los hombres.

Las mujeres dedican menos tiempo a las actividades relacionadas con el hogar y la familia en la categoría de ingresos de más de 3000€, mientras que, independientemente de los ingresos, los hombres mantienen una dedicación del tiempo más o menos estable a las mismas; solo en la categoría de 1200€ o menos, dedican al hogar y la familia en torno a 20-30 minutos más que en el resto de categorías. En términos generales y siguiendo una deducción lógica, a mayor ingreso, menos tiempo para el ocio y el tiempo libre, tanto para ellas como para ellos.

La repartición del tiempo dedicado a las distintas actividades del día también se ve afectada en función del tipo de municipio en el que se vive. Advertimos, en este sentido, que los habitantes masculinos de las ciudades con menos de 10.000 efectivos trabajan más que los que viven en capitales de provincia o en municipios con más de 100.000 habitantes y dedican menos tiempo a las actividades relacionadas con el hogar y la familia (2h1’ de diferencia, frente a 1h45’, respectivamente). También cuidan a los niños 19’ menos que los hombres de la segunda categoría –57’ menos, si los relacionamos con las mujeres de la misma categoría–, y dedican más tiempo al ocio y actividades deportivas –42’ más con respecto a las mujeres en posición análoga, mientras que en los municipios con mayor número de habitantes, las diferencias son de 24’.

2.2. Aplicación de la ley de conciliación

Abordado el uso del tiempo a partir de los datos del INE, procederé a analizar las estadísticas del IMIO que conciernen la aplicación de la Ley de Conciliación, en concreto: las reducciones de jornada, las excedencias y los permisos de maternidad y de paternidad.

Algunas propuestas para conciliar trabajo y vida familiar incluyen la reducción de horas trabajadas, el trabajo a tiempo parcial, los horarios flexibles, los permisos de maternidad/paternidad o las excedencias. A mayo de 2013, el Boletín Estadístico «Mujeres en cifras»3 (IMIO) mostraba la población residente en España con edad habitual para trabajar (entre los 16 y los 64 años). Siguiendo ese mismo ejemplo, se han elaborado los gráficos que siguen, en los que se divisa que en España la sex-ratio masculina es superior, aunque la población femenina le sigue muy de cerca. No obstante, si desde la misma perspectiva de género analizamos la distribución en la población ocupada, las diferencias, una vez más, son notorias.

Población residente en España

Gráfico de población ocupada en España. 16-64 años. 2005-2015

Gráfico de población ocupada en España. 16-64 años. 2005-2015

Atendiendo a las tasas de empleabilidad, es observable que las tasas femeninas crecen hasta 2008, año en el que alcanzan los valores más elevados (55,7%), y van disminuyendo progresivamente hasta 2012 (51,2%). En el caso de los hombres, la tasa de empleo alcanza su pico en 2007 (77,3%) y también va disminuyendo en los años posteriores. Si bien la crisis ha mermado paulatinamente la empleabilidad de ambos sexos, dejando los picos más bajos en 2013, en el tercer gráfico vemos –dentro de las diferencias según sexo–, un cierto progreso.

Las condiciones de trabajo de las personas ocupadas estan intrínsecamente ligadas a las posibilidades de conciliar la vida laboral y la familiar. Del total de las personas que trabajan a tiempo parcial, las mujeres superaban las ¾ partes en 2007 (80,2%), año en el que entró en vigor la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres (LOI), y en los años sucesivos, el porcentaje ha ido bajando tímidamente hasta alcanzar los valores más bajos en 2013 (73%). No obstante, el porcentaje ha aumentado un punto en 2014.

Observamos además que entre los motivos por los que la mayoría de las mujeres justifican la jornada parcial, destaca el no haber podido encontrar trabajo a jornada completa (el mismo motivo más común en el caso de los hombres también, pero con valores totalmente diferentes), seguido de la necesidad de cuidado de niños y/o adultos dependientes, otras obligaciones familiares o personales en tercer lugar y, no querer trabajar a jornada completa, en cuarta posición –hagamos de la necesidad una virtud. En el caso de los hombres, el segundo motivo de peso para reducir la jornada laboral es seguir formándose, mientras que para ellas, esta es la sexta opción.

Si atendemos al elevado número de mujeres que reducen su jornada laboral en razón del cuidado de niños y/o adultos en situación de dependencia, las excedencias siguen en las mismas líneas. La media en la última década muestra unos valores alarmantes: el 95,5% de las excedencias por cuidado de hijos pertenecen a las mujeres. Estos valores se han mantenido estables desde 2006 hasta 2011, y han empezado a bajar levemente en los últimos años, registrándose el valor más bajo en 2014 (94%).

Atendiendo a la distribución de excedencias por cuidado de hijos en función de las comunidades autónomas, los valores más altos se registran en Castilla-La Mancha, Cataluña, Murcia, País Vasco, Aragón y la Comunidad Valencianas; por el contrario, Ceuta, Canarias, Galicia, Asturias, Extremadura, Melilla y Madrid, presentan los valores más bajos.

Excedencia por cuidado de hijos

El resultado lógico que se deriva de la disminución del porcentaje de excedencias correspondientes al sector femenino en relación al masculino es el aumento del número de excedencias acordadas a los hombres. En este sentido, las correspondientes a los mismos se han duplicado en la última década, pasando de 946 en 2005 a 1881 en 2014. Añado además que, si bien los valores masculinos son muy bajo con respecto a los femeninos (27.457 en 2005 – 29.554 en 2014), no deja de ser una evolución.

En cuanto a las excedencias por cuidado de familiares, la media de la última década muestra que el 85% corresponden a las mujeres, y los porcentajes no han hecho sino aumentar a partir del 2007. Es decir, se han podido ver algunos resultados tras las políticas de conciliación para con los hijos, pero la crisis y los recortes de la Ley de Dependencia han afectado directamente a las mujeres, aumentando su carga familiar.

Excedencia por cuidado de familiares

Se aprecia claramente el súbito aumento del número de excedencias por cuidados familiares correspondientes a las mujeres, si bien es cierto que los hombres han aumentado en más de 100% el número de las mismas en el periodo comprendido entre 2005-2014.

Si atendemos a su evolución por comunidades autónomas, Melilla y Ceuta presentan los valores más acusados, seguidas de Murcia, Madrid, Asturias, Aragón, País Vasco y Cataluña. Los porcentajes más bajos se registran en Canarias, Galicia, Baleares, Cantabria, Extremadura y Andalucía.

Relación entre permisos y prestaciones maternidad/paternidad

En cuanto al permiso y prestaciones por maternidad en relación con el permiso y prestaciones por paternidad, observamos algo que no nos sorprende, y es que en el caso de las mujeres, el total es categórico: 98,3%.

El total de los permisos por maternidad entre 2006 y 2014 es de 2.831.352 frente a 48.249 permisos totales por paternidad (1,7%).

Los datos correspondientes a su distribución por comunidades autónomas indican que los permisos por maternidad se demandan en Andalucía en primer lugar, seguida muy de cerca de Barcelona en segundo, Madrid en tercer lugar, la Comunidad Valenciana y el País Vasco en el cuarto y quinto, respectivamente. Los valores más bajos registrados corresponden, en orden ascendente, a Ceuta y Melilla, La Rioja, Cantabria y Asturias.

En cuanto a los permisos por paternidad, los valores más bajos se registran en Ceuta y Melilla, La Rioja, Extremadura y Murcia, y los más altos en Cataluña (2ª comunidad autónoma en permisos por maternidad), Madrid (3ª), País Vasco (5ª), y Andalucía (1ª).

Por último, según una investigación reciente de la Doctora Laura de Pablos sobre la conciliación dentro del marco empresarial, «la Ley de Conciliación no se conoce. Probablemente nadie se asombrará de esta afirmación, pero sí parece cuando menos un síntoma que sólo un 3% de los responsables de personal y recursos humanos se declare muy familiarizados con la misma».

El gráfico que sigue muestra el conocimiento comparado de distintas leyes que regulan el mercado laboral, y comprobamos la mayor familiaridad con las leyes sobre cotizaciones a la Seguridad Social, la Ley de sobre retenciones del IRPF o las disposiciones normativas sobre seguridad e higiene en el trabajo. Esto se debe al hecho de que parecen existir dos rangos de complimiento que condicionan el conocimiento de las leyes: por un lado, las «disposiciones normativas cuyo incumplimiento determina la imposición de costosas sanciones y que en cualquier caso cuentan con mayor tradición en el mercado laboral» y, por otro, leyes «de segundo rango, entre las cuales se incluirían la Ley de Conciliación y vida laboral y familiar o las disposiciones laborales presentes en la ley de extranjería que prácticamente se desconocen y que por tanto, (…) difícilmente pueden cumplirse»4.

Conocimiento de las leyes

 

  1. Conclusiones

La conciliación entre la vida laboral, personal y familiar se ha convertido en los últimos años en un tema con un relativo impacto mediático, siendo objeto de una progresiva atención en el Derecho comunitario y el Derecho español. Tras el análisis de los datos considerados, queda claro que en España la conciliación de la vida familiar y laboral es un tema pendiente. Concebir la conciliación como una reivindicación y un espacio reservado básicamente a las mujeres no hace sino ahondar en la perpetuación de los roles familiares tradicionales y el desequilibrio en el reparto de responsabilidades familiares y la distribución del uso del tiempo. Recordemos que las mujeres dedican el doble de tiempo al hogar y la familia que los hombres (4 horas y 29 minutos las mujeres y 2 horas y 32 minutos los hombres), lo que provoca a su vez una gran brecha en el disfrute del tiempo de ocio entre los mismos.

El problema de la conciliación familiar tiene que ser visto como un problema social y no solo de las mujeres y para esto hay que conseguir un gran pacto social, que involucre partidos políticos, patronal, sindicatos y sociedad civil. Entre las medidas que las empresas podrían adoptar para solventar la desigualdad laboral, está la ampliación de los permisos por paternidad (iguales e intransferibles a los permisos de maternidad), horarios laborales más flexibles —véase los modelos de flexicurity de los países del norte—, y potenciar los servicios públicos de guarderías y de atención a la dependencia.

Pedir unas políticas neutrales y equilibradas no es pedir un trato de favor para las mujeres, es pedir justicia para todos. Porque los resultados de las medidas adoptadas para conciliar ambas esferas, la pública y la privada son desalentadores, ya sitúa toda la responsabilidad en la mujer: el 80,2% de las jornadas laborales a tiempo parcial son desempeñadas por mujeres, el 95,5% de las excedencias por cuidado de niñxs y el 85% de las excedencias por cuidado de familiares en situación de dependencia son pedidas por las mujeres, los permisos por maternidad en relación a los de paternidad son del 98,3% frente a 1,7%…

Si estos datos provocan incomodidad entonces habré cumplido con mi cometido. Porque no se trata de empeñarse en dar los datos desde una óptica positiva, sino de señalar los problemas que aún persisten. Un comentario que también he oído demasiados veces es «poco a poco, mujer, las cosas están avanzando, pero las feministas tenéis que tener más paciencia».

El feminismo es el invitado que nadie quiere. Tuvo que hacerse hueco a codazos en la voz pública porque las feministas somos la disolución número uno en la herencia cultural repetitiva; caemos mal a toda cultura que quiera mantenerse estable y tradicional. ¿Más paciencia para no alterar demasiado el orden establecido, para no incomodar a nadie? Sí, claro, porque yo, cuando tengo un problema con mi pareja y lo quiero solucionar le digo: «cariño, tenemos que hablar» y después lo siento, le sonrió y le digo «que bien todo», porque para qué vamos a crear incomodidad. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Notas:

  1. INE, Empleo del Tiempo, 2009-2010, datos actualizados a fecha de 2015.
  2. Ibidem, pág. 384.
  3. Boletín Estadístico. Mujeres en cifras, IMIO, Número 5, Mayo 2013. 08/01/2016.
  4. DE PABLOS, Laura. El marco empresarial como actores en la conciliación, pág. 11.

Imágenes: Kitty Foile, Sam Wood, 1940.