Las personas reales están repletas de seres imaginarios.

Graham Greene

Para los que se pregunten qué es la Tartana, diré que es una de las pocas compañías responsables de que la tradición del títere no se haya perdido en este país.

En sus 40 años de trayectoria, el CDN ha querido homenajearles y dedicarles una de sus mesas redondas en los ya famosos «Lunes con voz», programación que organiza el laboratorio Rivas Cherif, al que ya he citado en esta columna. Recomiendo conocer este espacio, creado para la reflexión y el debate sobre el proceso creativo en las diferentes ramas de las artes escénicas.

En este encuentro, moderado por Angel Murcia, se citaron: Juan Muñoz, director y fundador de la Tartana en 1977, investigador y pedagogo en el mundo de la creación del títere; Idoya Otegui, cofundadora y directora del TOPIC de Tolosa y secretaria general de UNIMA; Toni Rumbau, fundador de la compañía La fanfarra, en 1976, director de teatro y de festivales, así como autor.

Juntos nos invitaron a hacer un viaje histórico por el mundo del títere en la España del siglo XX. De una manera casi melancólica nos desvelaron los orígenes de ambas compañías y explicaron cómo han sido bañadas por el influjo de la transición española y la ruptura de la cuarta pared en el teatro a nivel mundial. En este caso, el quiebre afectó directamente al titiritero, que se fusionó con la marioneta y se integró en la escena.

Tres voces, desde el cariño por el teatro de marionetas, hablaron con «desangelo» y cierta aspereza sobre el panorama del teatro actual, que ha relegado el teatro de títeres a género menor y, lo que es aún mas indignante, lo ha dejado fuera de las tablas.

Si preguntas a cualquier ciudadano asiduo al teatro acerca de su impresión sobre las marionetas, este afirmará que son para niños. Sin menospreciar el teatro infantil, ambas compañías trabajan por defender que el títere no atiende a edades.

Afirma con rotundidad Juan Muñoz: «si un espectáculo es bueno, gusta a todo el mundo. Si no, no gusta a nadie. Es importante hacer partícipe a la sociedad en el teatro. Hay que reivindicar su labor social. Nosotros trabajamos en ello desde nuestras propuestas».

España es uno de los pocos países europeos que carece de formación reglada para los intérpretes y creadores de títeres, asegura Idoya Otegui. Las compañías como La tarambana o La fanfarra han experimentado e investigado de manera autodidacta, y son de los pocos referentes nacionales. Pero no hay que tirar la toalla. Toni Rumbau bromea ante la pregunta: «¿crees que el teatro de títeres tiene futuro? Yo respondo, El teatro de títeres es el futuro».

Y lo cierto es que cada vez más creadores de escena y performers están apostando por el teatro de objetos y el uso de marionetas en sus propuestas. «Solo hace falta construir un público que crea en él», reivindica Idoya Otegui.

En el resto de Europa el títere tiene su propio teatro. Hay formación reglada y teatros nacionales y estatales dedicados exclusivamente a este género. Además, se ofrecen espectáculos para todas las edades y de forma regular. Como en muchas otras cosas, España está a la cola pero, poco a poco, va aprendiendo y reinventándose. Poco a poco. Larga vida al títere.

Nada mejor que cerrar este esperanzador artículo con estas sabias palabras:

Hay demasiados seres con alma de madera como para no amar a los personajes de madera que tienen alma.

Jean Cocteau