Hablar con Pedro Olea es hablar con un veterano que no deja de plantear proyectos para volver a rodar y contar historias como si fuera un recién llegado a la industria; como si su carrera no fuera un ejemplo de valentía e ilusión. Su recorrido entrelaza miradas personales (Pim, Pam, Pum Fuego, Un hombre llamado Flor de Otoño) con cintas más comerciales (El maestro de esgrima, Más allá del jardín) que le convierten en un cineasta difícil de etiquetar. Asegura que siempre ha hecho lo que le ha apetecido, reconoce que el cine español es menos valiente que antes y que seguirá haciendo cine mientras le dejen y tenga ganas.

El sábado se celebró una nueva edición de los Premios Goya. Con El maestro de esgrima, su película más popular, recibió once nominaciones, ganando tres galardones y con Más allá del jardín, ganó dos de cinco posibles. ¿Cómo le llegó ese reconocimiento?

Pues lo agradecí mucho porque date cuenta de que cuando yo empecé no existían los Goya. Quizás si hubieran existido antes alguna otra película mía, que fue premiada en festivales podría haber tenido algún goya más. Pero cuando hice El maestro de esgrima llevaban muy poco tiempo y todo era nuevo. Es una lotería pero es una gran promoción de la película y lo agradeces.

Ahora los Goya son una referencia para el sector y para los medios pero ¿era también así en esa época?

Desde el principio se pretendió que fueran unos premios Oscar de andar por casa. Es lo que es: una forma de reconocer unas cuantas películas y hacer que las más importantes puedan volver a ponerse en taquilla y tener más espectadores. Son ejercicios de súperpromoción.

Y más allá de la promoción, ¿qué supone un premio como el Goya?

Mira, en el caso de Raúl Arevalo le va a venir fenomenal esta promoción porque es su primera película. Y más que estar en los Goya, su película ha sido premiada en los Feroz, que son los galardones que otorgan los productores. Y si ellos te premian una película, tienes muchas posibilidades de seguir haciendo cine.

A pesar de todas las dificultades que hay, tanto para los jóvenes como para los vetereanos, para levantar un rodaje, ¿Cómo ve la situación actual del cine español?

Ha cambiado mucho pero creo que se hacen buenas películas. Ha salido un nuevo género que podríamos llamar algo como cine negro andaluz, o quizás no solo andaluz, que tiene una cierta estética y una cierta forma que, a excepción del realizado en Barcelona en los cincuenta y sesenta, no ha existido nada antes.

¿Cree que el cine ha dejado de mirar al pasado y se ha abierto a otros géneros?

Bueno, puede ser. Pero, si te fijas, gran parte de esas nuevas películas de género negro vuelven un poco a la memoria. Si no vuelve a Paesa, vuelve a unos policías franquistas o se fija en la visita del Papa de hace unos años. Así que, afortunadamente, el cine español nunca olvida su memoria. Aunque sea como telón de fondo, casi siempre se utiliza un trasfondo político muy interesante y curioso de ver.

Mercado y censura

Viendo esa apertura de géneros del cine actual y su atracción a ese tipo de cine, ¿hubiera estado más cómodo si su carrera hubiera empezado ahora?

Yo ahora no hubiera podido hacer, me temo, Pim Pam Pum Fuego ni Un hombre llamado Flor de otoño. No hubiera entrado ninguna cadena de televisión en los proyectos. Hoy en día si no hay una televisión detrás, mal. Puedes hacerla sin su apoyo, pero luego no la estrenas. Eso le pasaría a alguna de mis películas. Ahora, Un hombre llamado Flor de otoño dirían que es una apología del terrorismo porque el protagonista es un tipo que se traviste, canta, baila pero que, en el fondo, quiere matar a Primo de Rivera y le fusilan por ello. Y Pim Pam Pum Fuego sería imposible hacerla ahora. La conseguimos hacer porque Franco se estaba muriendo. Mira, si con el telefilme La conspiración, que lo hice en 2012 y que TVE aún no ha estrenado, he tenido problemas, y es mucho más suave, cómo iba a levantar Pim Pam Pum Fuego. Cada cosa en su momento. Yo no soy nostágico, ni mucho menos pero no soy yo quien no quiere hacer cine, son unas circunstancias concretas. Si las circunstancias fueran otras, quizás tendría más opciones para hacer cine.

Escuchándole da la sensación de que hemos retrocedido.

Sí. En algunos aspectos, sí. Mira, muerto Franco, durante esos años, todos los de la derecha en este país estaban escondidos debajo de la moqueta. Con lo cual, dejaban hacer de todo. Había una libertad que era maravillosa. Tiempo después, salió Aznar y ahora están sacando pecho. Ya te digo que TVE tiene una película mía, que produjo el ente, vetada desde 2012 porque trata sobre el General Mola.

¿Cuando estaba haciendo esas películas se imaginaba que, tiempo después, con su experiencia y trayectoria le vetarían una película?

Que va. Me parece de ciencia-ficción. Sobre todo porque La conspiración era un proyecto de TVE escrito por Elías Querejeta. Es un relato objetivo de cómo el General Mola llega a Pamplona hasta que se declara la guerra. Es casi un documental. Todas las cosas que cuento, pasaron. No hacía falta exagerar la figura de Mola, bastaba con seguir su cronología. Y eso supongo que les debe joder a los de extrema derecha que están todos dentro del PP. Es más, Concha Velasco, hija de militar, la vio porque le mandé una copia en DVD y lo primero que me dijo fue: «esta no te la van a poner, querido. No les va a gustar nada» . Es lo que hay.

Diego Galán afirmaba en un artículo que el hecho de que directores como usted o José Luis Cuerda, por ejemplo, no hicieran cine con asiduidad no era una cuestión de edad. ¿Está de acuerdo?

Influyen muchas cosas, como te estoy contando. La edad también. Hace unos días vi un suplemento dominical con Raúl Arévalo y Pedro Almodóvar. El primero era el relevo del segundo. Si Raúl es el relevo de Pedro, imagínate dónde estoy yo, que Pedro trabajó conmigo de ayudante de dirección en Flor de Otoño.

Y la aparición y el poder las televisiones también ha influido mucho. Porque hay pocas. Son tres, además de las autonómicas que también apoyan, las que eligen los grandes proyectos del cine español. Telecinco tiene un tipo muy concreto de película con la que gastan muchísimo en promoción. Antena 3 hace cosas mejores, para mi gusto, y también promociona bien. Y luego TVE hace cosas interesantes pero no promociona nada.

Precariedad

Todos estos condicionantes llevan a la precariedad como medio para hacer cine. El último proyecto de Colomo es casi la película de un recién llegado, no por la calidad sino por los medios elegidos. ¿Se ha planteado esa vía?

Sí, se llama Zonbi Eguna. Es una gamberrada maravillosa que hice a partir de un proyecto de Zinebi. Siete cineastas bilbaínos debían hacer otros tantos cortometrajes con Bilbao como escenario. Y a mí se me ocurrió hacer una locura: un corto musical donde los principales emblemas de la villa salieran de la tumba y cantaran y hablaran entre ellos. Y las condiciones eran muy justas. Lo hicimos por amor a la profesión. Y me lo pasé como nunca. Me ha venido como un lifting. Mejor que cualquier otro rodaje largo después de tanto tiempo sin rodar. Fueron tres días y me lo pasé genial, y el corto ha gustado mucho, fue el más aplaudido de los siete en su estreno.

¿Y este tipo de películas las hacía de joven?

No, que va. Tuve suerte desde el principio. Empecé estudiando Económicas pero no me gustaba nada. Me comieron la cabeza para que escogiera algo y me fui a Madrid. Llegué hasta cuarto curso copiando, claro, y en ese momento decidí dejarlo. Mis padres me pidieron que terminara por aquello de tener garantías por si acaso. Yo no quería garantías; preferí la vida sin red, la piscina sin agua. Me matriculé en Cine y en tres años estaba graduado y con posibilidad de contrato para una película. Al final esa película no salió pero empecé a trabajar en televisión y comencé a rodar.

¿Le gustaba rodar las películas que le gustaba ver?

Más que eso, yo quería practicar y quería hacer películas difíciles de hacer. No quería contar historias de plano, contraplano. Siempre he querido hacer cosas diferentes. Es cierto que me ha gustado la ciencia-ficción y el misterio desde que era niño pero yo empecé porque quería rodar, practicar. Y luego he ido haciendo lo que me ofrecían y me apetecía en cada momento. Por un motivo o por otro siempre he hecho las películas que me han apectecido. Nunca he hecho nada que no me hubiera gustado. Todas las hecho volcándome en las historias, comprendiéndolas e intentando que salieran lo mejor posible. A veces te salen muy bien y otras horribles.

Etiquetas

Usted siempre se hace llamar un artesano pero, de nuevo Diego Galán, dice de usted en otro artículo que es algo más que un artesano. Ese baile de etiquetas entre el cine de encargo y el cine de autor que aparece constantemente en su filmografía, ¿ha sido algo más intuitivo de lo que parece desde fuera?

La suerte ha influido mucho en las cosas que he hecho. Por ejemplo, Flor de Otoño la pude hacer porque el productor José Frade consiguió los derechos de una obra de teatro que la quería adaptar todo el mundo en la época. Me la ofreció a mí y yo dije que sí porque, y aquí entra mi parte personal, me apetecía mucho hacer ese tipo de película.

Decir que sí a un proyecto así requiere de valentía. No vale un sencillo artesano.

Sí, pero en ambas etiquetas estoy cómodo. Puede parecer contradictorio pero no lo es. Yo siempre he querido hacer películas que me gusten a mí pero que alcancen al mayor público posible. Ahí están presentes las dos etiquetas pero siempre he creído en un cine popular en el buen sentido. Y en esta profesión, hacer un cine popular supone que sea comercial. Te decía antes que a veces las películas han aparecido pero otras me las he buscado yo.

¿Por ejemplo?

El bosque del lobo me la busqué yo. Estuve cinco años rechazando proyectos como Sangre y Arena producido por Frade porque quería hacer otra película explorando la fórmula de El bosque del lobo: ¿Qué hay de realidad para que un asesino pase a la literatura como un alobado, como una leyenda? Y esa misma pregunta me la hice sobre las brujas y de ahí salió Akelarre. La historia de unas mujeres listísimas, paganas que luchaban contra el palo de la iglesia. Con todo eso, decidí volver al terror para explicarlo. Siempre he jugado esa baza porque siempre me ha gustado ese género.

¿Con La casa sin fronteras quiso dar un paso más?

Sí, y me equivoqué. Funcionó bien pero quería ser como Carlos Saura y no salió bien. La producción no fue bien como sí pasó en la anterior. Gustó en Berlín pero ahora veo varios fallos. Y aunque no era mi intención se vio una crítica velada al Opus Dei. Curiosamente, con esta película me pasó algo curioso. La academia de Hollywood se enteró de la película y la quería para que compitiera en los Oscar en la categoría de pelicula de habla no inglesa. Me la pidieron expresamente a mí, como productor de la cinta y yo les dije que encantados pero que debían pasar por el Ministerio para que diera el visto bueno que, por cierto, ya había elegido otra película. No volví a saber nada hasta que tiempo después me dijeron que el Ministerio envió una copia en inglés y que, lógicamente, desecharon a la primera.

Su filmografía es extensa pero El maestro de esgrima es, sin duda, su película más vista y más popular pero, ¿es la película que más le gusta?

No. Me ha dado muchas cosas y es la que más han visto por todas partes pero no es mi favorita. El caso es que no sabría decirte una favorita. Te podría decir buenos trozos de varias de ellas. Algo así como un Frankenstein de mi filmografía. No hay ninguna redonda, por eso no me gusta verlas. Siempre quiero corregirlas. Por ejemplo, diez años después de estrenar Akelarre, coincidí con el montador haciendo otra cosa y decidimos rescatar la cintar y la volvimos a montar. Hicimos algo así como el montaje del director pero en este caso duraba quince minutos menos porque, en mi opinión, le sobraban. Soy muy autocrítico y ninguna me ha parecido completa. De todas he aprendido y espero seguir haciéndolo mientras me dejen y tenga ganas. De las que más trozos tienen que me gustan estarían Pim Pam Pum Fuego y Flor de Otoño, seguro. Y le tengo mucho cariño a una película que hice para televisión dentro de la serie La huella del crimen porque la hicimos casi sin medios y sacamos una historia muy interesante donde Terele Pávez está magnífica.

Droga dura

Ha contado alguna vez que un rodaje es droga dura ¿cómo se plantea el trabajo previo al rodaje?

Lo planifico mucho para que parezca que no lo está tanto. En el caso de Zonbi Eguna era diferente porque fue un poco gamberrada. Pero quizás sea la edad. Y aunque nunca hay que estar de vuelta de todo, me apetecía hacer algo que no fuera trascendente. De ahí salió una historia musical y de terror. Dos de mis géneros favoritos. Y me planteé hacer un musical no como Stanley Donen sino como Ed Wood.

¿Quizás su secreto haya sido enfrentarse a los diferentes proyectos sin querer trascender?

Puede ser. Yo siempre me he planteado hacer películas a partir de esa frase que cito a menudo de Orson Welles: «El cine es el mejor tren eléctrico que te pueden regalar». Aunque no es fácil disfrutar como un niño porque un rodaje requiere mucha responsabilidad y trabajo duro. Pero un rodaje es vivir a tope.

¿Por eso sigue intentando levantar proyectos?

Por eso y porque me gusta mucho mi profesión, me gusta contar historias y me gusta rodar pero quiero hacer cosas que me gustan. Por eso acabo de decir que no a un proyecto de largometraje. De momento me lo puedo permitir y me siento un privilegiado por poder hacerlo. No todo el mundo tiene esa suerte. Es una pena que no haya más facilidades para poder hacer cine.

¿Se siente un tanto amortizado por la industria?

No, al revés. Me siento muy reconocido. No hay festival que no me haya premiado y lo agradezco inmensamente. Yo siempre digo con humor que son premios de jubilación y que los cambiaría por un rodaje, pero estoy muy agradecido porque se acuerden de mí.

¿Cree que alguien que empieza en el cine ahora lo tiene más difícil de lo que lo tuvo su generación?

No. Ha cambiado todo mucho. Ahora puedes hacer una película con un móvil. Es fácil hacer cortometrajes y eso es parecido a lo que para nosotros era la Escuela de Cine. Pasar al largometraje es más difícil. Entre otras cosas porque hay mucha más gente que cree que también puede hacerlo. El caso es que nunca ha sido fácil.

¿El mundo del cine ahora es menos valiente de lo que era antes?

Sí. Yo creo que antes era más arriesgado en cuanto a los temas que se abordaban en las películas. Ahora son más de género. Quizás porque sea inocuo pero depende cómo te plantees la historia. Pero creo que antes se podían hacer más cosas más fuertes. Me cuesta pensar que El pico de Eloy De la Iglesia se pudiera financiar hoy en día.